La protección eficaz.
Los anticonceptivos se han puesto de moda en un planeta que cada día ve el sexo con más libertad y menos pudor sí lo comparamos con la visión que de él tenían nuestros padres y abuelos. Es común encontrarse en una esquina, no importa sí de día o de noche a una pareja que intercambian besos como sí fueran los últimos de su vida, como sí con ellos pudieran retener su amor.
Los moteles y otros sitios para el sexo, están de moda en cualquier ciudad. A veces se ubican sobre las carreteras de salidas de la urbe, en otras ciudades es común encontrarlos cerca de los aeropuertos como sí estuvieran dedicados a las tripulaciones de los aviones, guardando similitud con el viejo dicho de que el marinero tiene en cada puerto un amor.
Este aumento de las posibilidades de la práctica libre de lo que le llaman el amor, reduciéndolo al acto sexual, trae por supuesto miles de consecuencias. No solo las enfermedades de trasmisión sexual, como es el caso del SIDA, sino el incremento de los abortos y el aumento de niños abandonados unos y peor queridos otros.
Hoy no es nada raro encontrar numerosos anuncios publicitarios sobre las bondades de emplear anticonceptivos, con el criterio de un sexo seguro, como sí el sólo empleo de ellos nos librara de los hijos no esperados o de enfermedades de trasmisión sexual.
Numerosos empresarios más con intereses monetarios que sociales han incrementando la venta de diversos anticonceptivos donde se lleva el primer lugar el condón. Como es de esperar, en un mundo donde la publicidad, al decir de muchos es una necesidad, no podía escaparse el condón. Hace algún tiempo vi por la televisión un comercial sobre condones de marca "Pantera". La pareja tomada de las manos marchaba a la oscuridad mientras un preservativo en forma de pantera se colocaba entre ambos. Creo que sí yo fuera el muchacho con gusto aceptaría tal condón pero y ella qué pensaría.
Los nombres de los condones sugieren toda una gama de efectos subliminales: "Sultán", "Emperador", "Aladino", "Titón", "Satanás" entre otros mueven más de una neurona subliminal. Imagínese usted por un momento diciéndole a su compañera que espere un momento que no encuentra a Sultán o que el Emperador se cayó y tiene que sustituirlo por otro. Otras de las sutilezas de los condones es que vienen en tallas de diferentes números, colores para todos los gustos, incluso fosforescentes para que se vean en la oscuridad y hasta en diversos sabores.
Uno de los instantes más dramático en el empleo de los condones, me comentaba un colega de trabajo, es el momento en que debes romper el celofán en que vienen envueltos. A veces, esta acción se dificulta dé tal manera que mi amigo, perdió en una ocasión su conquista cuando su prótesis dental se salió tratando de romper dicha envoltura.
Las instrucciones que aparecen en las cajitas en que se venden los preservativos es otro de los elementos que mueven al comentario. Algunas son verdaderas obras de la imaginación, donde se explica la forma de ponerlo y retirarlo. Pero me he puesto a pensar qué sucedería sí en el momento mismo de colocarlo, el usuario descubre las instrucciones y trata de leerlas.
Tal vez una de las historias más interesantes sobre el mundo de los condones se la escuché a un amigo ginecólogo. Una tarde calurosa atendió en su consulta a una joven mujer, un poco turbada. La joven le explicó que una vez terminado el acto sexual con su marido no encontró el condón que habían empleado. Buscaron por más de una ocasión entre las sábanas, entre las prendas interiores, en la ducha y nada. Ella estaba preocupada por tener aquel objeto escondido en su interior aun cuando no sentía nada y el ginecólogo, ante tal desafío a las leyes de la naturaleza, hizo una exploración a fondo y nada encontró.
La pareja que ya había ido a otro médico con iguales resultados se encontraba desalentada. La mujer empezó a reprocharle al marido que no había empleado el condón, mientras él juraba todo lo contrario.
Llegaron a la casa y volvieron a buscar el preservativo con los resultados negativos de la mañana y ya estaba a punto de desatarse una seria disputa entre ambos cuando la perra de la casa, con un aullido propio de sus antepasados, perdió el conocimiento cayendo desmayada a sus pies.
Una vez en el veterinario y después de un serio lavado estomacal pudieron sacar los restos de un objeto confeccionado con látex. No hizo falta más comentario, la perra tal vez con el ánimo de experimentar con su pareja el empleo del condón se lo llevó, pero nadie pudo explicarse cómo fue que decidió comérselo. Por eso desde ese día cada vez que mi amigo ginecólogo escucha una historia parecida pregunta a sus pacientes sí tienen una perra en la casa. ¿ Usted tendrá alguna ?.
Carlos Bravo Reyes
Publicado en 1996